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lunes, 6 de junio de 2011

Donde no hubo adiós tampoco hay despedida...

A pesar de ser un hombre joven, era bastante formal, cortés y sobre todo educado. Me hablaba como un futuro reformador  de la política nacional; lo que hoy es. 

Nos conocimos por una Palm, sí un handheld. El era poseedor de un modelo Palm Vx que necesitaba cargar para poder recuperar algunos teléfonos y notas. Ante la imposibilidad de encontrar una solución en el mercado local, un amigo periodista le exteriorizó: "conozco una chica que es fanática de las Palm y podría ayudarte". Esa chica era yo.

Llamó (incrédulo de que yo podría ayudarlo -según me contó después-), le dije que por pura casualidad aún conservaba el cargador que necesitaba pues la Palm V fue mi primer PDA.

Me ofrecí a  prestárselo, pero insistió en que pusiera un precio y el lo pagaría (algo que sé luego lamentó).

Acordamos que al otro día a las 6:30PM nos encontraríamos en el supermercado Nacional de la Lope de Vega. 

¡Llegó el día del encuentro! Me esperó por más de una hora... al llegar yo, él estaba molesto y desesperado por irse.

Desde nuestra primera conversación telefónica sospechaba haber escuchado su nombre en algún lugar. Pero al ver su rostro estaba segura de haberlo visto antes, sólo no podía recordar exactamente donde.

Empezó a contarme tonterías sobre su monocromática y anticuada Palm Vx y lo noté incrédulo sobre si yo realmente sabía qué era.  Entonces saqué de la cartera mi más reciente adquisición: una Palm Tungsten T2 con reproductor de Mp3's, pantalla a color y una memoria SDCard de 512MB (lo último en tecnología en ese momento). Le mostré algunas aplicaciones y un teclado plegable que convertía mi Palm en "casi" una laptop y que siempre llevaba conmigo, ¡el hombre quedó totalmente impresionado!

Aquella hermosa tarde de abril conversamos sobre diversos temas: mi fascinación por la tecnología, su opinión sobre la página en blanco de Balaguer, el futuro del Internet, StarWars y la tecnología aplicada a la educación, entre otros.

Por unos segundos ambos quedamos en silencio y él preguntó mi signo. Al responder géminis fue como si todo adquiriera otro matiz: "también soy géminis y nací un 6 de junio" -respondió-. Yo sonriente respondí que había nacido un 4 de junio.

Me habló de su pasión por los autos clásicos como el VW Beetle (Cepillo) ¡yo definitivamente no podía creerlo! Le conté que mi gran sueño era tener uno, y de hecho estaba ahorrando para obtenerlo y el dinero que me pagaría por el cargador lo ahorraría en mi cuenta solo con ese fin.

Él repetía constantemente: ¡todavía no puedo creer estar hablando con una mujer! Y aunque no lo dije, tampoco podía creer que  tenía más de una hora conversando con un desconocido 11 años mayor que yo, pero que increíblemente compartía mis mismas aficiones.

Al momento de despedirnos y salir al estacionamiento del Supermercado, para mi sorpresa el poseía un auto muy clásico, y durante todo el camino hablamos sobre el tiempo que tuvo que invertir para convertir ese carro en lo que era en ese momento: una obra de arte (al menos para mí y para él).

Quiso llevarme a casa, pero opté por quedarme donde una de mis mejores amigas de infancia, quien por "casualidad" trabajaba en el mismo canal de Televisión donde él era un asiduo invitado a conversar sobre política y educación. Y fue así, cuando le conté a mi amiga todo lo que había vivido esa noche, cómo me enteré dónde lo había visto antes: en televisión. 

Al otro día de nuestro encuentro me llamó por teléfono y conversamos por más de dos horas. Al segundo día volvió a llamar porque escuchó mi canción favorita "Mandy" de Barry Manilow.

Al tercer día llamó otra vez sólo porque escuchó otra de mis canciones favoritas. Pero al cuarto día de nuestro encuentro... ya no llamó más. Entonces al quinto día llamé yo ¡no pude más! Confesé que había despertado a las 5:00AM con ilusión de poder verlo en televisión y fue en vano por razón de que ese canal en particular nunca se veía bien. Él confesó que el día anterior pensó mucho en mi y quiso llamarme, pero ya no encontró una excusa válida. Amablemente, ofreció llevar un técnico y hacer lo que fuera necesario con tal de que no dejara de ver ninguna de sus intervenciones en televisión, pero no acepte su oferta. 

Debido a las interferencias en ese canal nunca pude verlo en televisión, pero tampoco volvimos a encontrarnos jamás, a pesar de que él utilizó todo su ingenio masculino e hizo todo lo humanamente posible para propiciar un segundo encuentro. Mientras yo siempre me las ingenié para que ese reencuentro nunca sucediera entre nosotros.  

Pasaron algunos años cuando ahorré lo suficiente y por fin compré mi primer VW Beetle. ¡Pensé en lo feliz que habría estado él de haberse enterado!

Hoy, al indicar mi calendario "día seis de junio", no pude evitar recordarlo en su canción favorita: "¡Oh Mandy! de Spinto Band" (nunca supe si fue otra de nuestras casualidades que su canción favorita llevara mi nombre).

Y si alguna vez, en algún 4 de junio él también me recordara, espero nunca olvide que donde no hubo adiós tampoco hay despedida... 

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